El sacrificio

Estamos ante una nueva semana en donde celebramos el mayor acontecimiento que ha tenido lugar en el cosmos, nos referimos al Sacrificio que conmemoramos el viernes santo y que llega a su culmen el Domingo de resurrección, van aquí unas líneas sobre tan solemne momento.

la Pascua, o pesach en hebreo, que significa ‘el paso’,  es decir el paso del exilio, de la errancia  a la tierra prometida, fue entonces como símbolo aquel que Cristo sólo tenía que ‘vitalizar’, en su misión de hacer todo nuevo,  de alguna manera, para convertirlo en el símbolo y signo eficaz, y verdadero,  del paso de la muerte a la vida , de la oscuridad a la luz; de tal manera que, a través del Divino Cordero sacrificado, somos todos trasladados al Reino del Padre.

Agnus Dei

Pero ¿verdaderamente entendemos lo que es el sacrificio?,  El sacrificio podría definirse como el acto que posee la doble finalidad de hacer un don u ofrenda a Dios santificando al hombre que lo hace.

Pero esto que planteamos nos trae otra duda  y es ¿Por qué dar un regalo a Dios? Es decir, ser uno mismo un regalo a cambio, – ¿a cambio de qué? – Es un hecho, que la vida es un don del Creador, como lo es todo, así como el alimento del cual Él nos sirve para mantener esta vida. Y los seres conscientes y responsables, es decir el ser humano,  para realizar plena y espiritualmente el significado de este don; refiriéndose a su calidad simbólica, y, al mismo tiempo, hacerlo más abundante y duradero, necesita entonces dar al creador a cambio una parte de lo que Él da. Esto no es en nada nuevo y podemos remontarnos a tiempos lejanos en el pasado y ver que nuestros antepasado, unos de forma certera y otros no tanto, daban al creador la ofrenda pertinente en busca de cumplir con lo antes expuesto, en esto vemos a los antiguos egipcios con esa extraña formula litúrgica en el momento de consagración del templo “ dar la casa a Su Maestro” allí todo el Universo es mantenido en un simple gesto, y así consagrando el templo lo hace idéntico la cuerpo terrestre, en este caso no solo de la humanidad sino del cosmos, y es así que a esta fórmula se le confiere todo el sentido del sacrificio y este mismo se entiende perfectamente cuando se suma el resto de la frase de dicha consagración : “ dar la casa a Su Maestro , ¿quién es el verdadero maestro si no la vida? Su verdadera casa terrestre es el cuerpo humano” por tanto se da lo que se tiene y eso que se tiene fue dado por la vida misma y la mismísima vida es Dios.

Pero hoy día en el mundo en que estamos se ha perdido todo sentido de trascendencia, el materialismo extremo en que vivimos nos ha despojado de Dios y lo sagrado, este gravísimo problema entonces nos deja en una ignorancia que con lleva a mezclar los postulados más absurdos. Es muy penoso ver teorías ‘científicas’ de lo más puramente profanas, totalmente desprovistas de una base sólida- que en dado caso sería más sensato llamarlas simple hipótesis – siendo honradas de esta manera por personas que al mismo tiempo se niegan a tomar en serio las ciencias tradicionales, sagradas, que extraen su valor tanto de los principios metafísicos como de la Revelación. Por lo tanto, y para mayor desdicha, nunca comprenderemos cómo un teólogo católico puede intentar rastrear los orígenes del sacrificio partiendo del presupuesto evolucionista – que es no más que una hipótesis con un claro sentido y objetivo político y social – y viendo al hombre del pasado como primitivo y salvaje, o incluso, peor aún,  todavía cercano a un animal del que ‘obviamente” ha surgido, y al mismo tiempo creer en el relato de los primeros capítulos del Génesis, sin percibir la incompatibilidad fundamental que separa las dos formas de ver, a pesar de las elucubraciones embriagadoras, fantasiosas y las cabriolas acrobáticas, extrañas con que los evolucionistas católicos han tratado de conciliarlas. Y a razón de esto hoy el sacrificio no se entiende, si todo esto es producto de la casualidad, ¿para que el sacrificio?, si somos tan solo polvo de estrella entonces ¿para que sacrificarse? si esto es todo producto de lo casual y Dios no existe, si el hombre es ‘perfecto’ y en su existencia no hay error no hay pecado, no hace falta hacer nada, solo existir de forma egoísta y satisfacer los deseos y necesidades así sean estas las más bajas, con tal ¡solo se vive una vez!, ¡no!, ¿o no?

Y esta última interrogante en el fondo asusta al hombre moderno, como ladrón en la noche que asecha se encuentra escondido en lo más profundo del subconsciente, hasta el más ateo sabe que hay algo más, y que su razón de comportamiento honrado no debe deberse solo a una convención moral y de convivencia sino a algo superior, pero la duda se ignora con mucho y mucho entretenimiento, ruido y más ruido ¡y eso sí! con bastantes pantallas y redes sociales. Pero todo creyente y estudioso de las tradiciones y de la Tradición (apostólica) sabe que el hombre fue arrojado del plano espiritual superior al plano material (physis), y su culpa, de la caída, consistió en el error, precisamente en el error en la decisión de apropiarse egoístamente de lo creado en lugar de entregarlo sin reservas a Dios, error renovado, bajo el grito de un gran clamor, cuando dio muerte a su hermano Abel por celos.

En el sacrificio normalmente concebido, se realizaba a través de un intermediario y por medio de una sustitución que se efectúa por el traslado del hombre al mundo espiritual. El hombre es transferido por otro ser físico u objeto, que lo sustituye y que a su vez es transferido a través del rito al plano espiritual. Siendo su mecanismo como sigue: el ser u objeto se ofrece a la divinidad y de esa forma se sacraliza a través del rito que lo integra en el dominio de lo sagrado, – rito que no es otra cosa sino la forma más compleja de simbolismo – y, al mismo tiempo, identificándose, por sustitución, con el hombre que lo ofrece y lo integra en ese reino, el ser u objeto sacrificado de esta forma se convierte en el mediador entre el trabajo o la consecución de abajo (tierra) y  de arriba (cielo).

“Sacralizado a través del rito de la ofrenda, el animal sirve de alguna manera para injertar al hombre en la divinidad, por eso, en ciertos casos, el oferente se pone la piel del animal sacrificado. Al ponérselo, renacía en la forma de un ser sobrenaturalizado”[1] esto lo vemos, por ejemplo, en el rito dionisíaco o en el rito egipcio llamado tikenu,  bajo la óptica de esta costumbre, la fórmula del Apóstol adquiere todo su poder, significado y trascendencia cuando habla de ‘ Vestios del Señor Jesucristo’ (Rom 13;14)

Por otro lado, podemos también pensar en el holocausto, palabra que después de la segunda guerra mundial cambio su significado – solo en la mente de las personas de la modernidad – por mil y una razones, pero el holocausto simboliza y realiza la donación total del oferente, era la quema total de este. Pero también tiene un significado más amplio, simbolizando y prefigurando en el sacrificio cósmico, pues, de hecho, es todo el cosmos el que necesita ser ofrecido y trasladado al plano divino, y no puede realizarlo otro, sino que el Hijo, el mismísimo Verbo de Dios.

El sacrificio de Cristo y su memorial, la Misa, también, de manera supereminente, tiene esta dimensión cósmica. Recordando la operación donde Jesús integró, recapituló y cumplió todo tipo de sacrificio en su único sacrificio, siendo el significado de esta operación el siguiente:

Como en Cristo todo se re-une, vemos como en la epístola del Apóstol a los hebreos[2], Cristo entonces se identifica con el sumo sacerdote, entrando en el Sanctasanctórum en la fiesta de la expiación, para traer su propia sangre como ofrenda para la remisión de los pecados. Otro hecho permitirá llevar más lejos este paralelo y mostrar cómo fue incluso en ciertos detalles que la acción de Cristo estaba inscrita en las costumbres sacrificiales judías, tomando Cristo el lugar del otro extremo, es decir, el lugar del pobre animal para ser sacrificado, pero no un simple animal si no uno de mayor importancia.

“Cuando Pilato entregó a Jesús, que se había declarado rey, a los soldados romanos, estos últimos, para burlarse de él, le colocaron una corona de espinas en la cabeza y un manto rojo o púrpura sobre los hombros. Lo hicieron porque entre los romanos, como entre la mayoría de los pueblos de la antigüedad, el púrpura era el color de los reyes. Pero, por una coincidencia que no era casualidad, este manto rojo mostraba que Jesús se había convertido en el hombre de pecado, como dice la Escritura. De hecho, – el rojo era el símbolo del mal y la transgresión, razón por la cual, – el sumo sacerdote ataba una larga cinta escarlata al chivo expiatorio. ¿Quién puede dejar de ver en él la extraordinaria y misteriosa interconexión de signos que constituyeron este episodio con Pilato? Vestido con esa púrpura real humeante, Cristo se apareció a los judíos, no como un rey fingido, sino como Hazazel, el chivo expiatorio; y tal vez esta circunstancia da una resonancia particular a su grito ‘que su sangre sea sobre nosotros’”[3]

El Arbol de la vida y el nido del pelicano, fresco atribuido al Giotto – Monasterio de la SAtna cruz Florencia

Yendo al Gólgota donde se celebraba el misterio  aquel que completaba el sacrificio. Es allí en donde entonces fue el Holocausto de los holocaustos, el holocausto absoluto y trascendente, aquí Cristo sacrificó su cuerpo mortal, y este sacrificio manifestó la donación integral de sí mismo al Ser Supremo, y reveló la existencia del ‘Reino de Dios’ como única realidad.  Aquí Cristo es tanto la víctima sacrificada como el sacrificador. La víctima, la ofrenda, es transferida supereminentemente del mundo físico terrestre al mundo sobrenatural; esta víctima engloba a todas las víctimas y todas las ofrendas materiales, se vuelven ahora innecesarias. Sumo sacerdote de su propio sacrificio, Cristo ‘ofició’ en la cruz, el símbolo cósmico, plantado en lo alto del Gólgota, la montaña cósmica. Es decir, que el sacrificio del Calvario transfiere la totalidad del cosmos humano espacio-temporal al mundo divino. Así la Caída, por así decirlo, se borra, el error inicial desaparece, se destruye el pecado y la muerte, y se redime toda la naturaleza, aunque esta transfiguración del mundo no sea aún visible para la mayoría de los hombres en su condición corpórea.

​Pero este sacrificio no podía quedar sujeto en un solo momento y lugar en el espacio-tiempo, debía repetirse de allí en adelante hasta el final de los tiempos, es así como los sacerdotes ungidos por obispos, en una verdadera y real cadena iniciativa, hoy día son los únicos investido para realizar la rememoración del sacrificio y con esto se renueva el proceso que fue y que ya tuvo lugar, por que aunque no lo veamos el Sacrificio y Su futura Venida ya han sucedido, el establecimiento del Reino ya ha sucedido, aunque a nosotros en nuestra pequeñes en el tiempo nos falten días para verlo, así Él, el Hijo, esta presente en todo lugar en todo momento no de forma simbólica sino de forma real a través del sacrificio que se renueva y se celebra en la sagrada Misa y que cada día ira menguando hasta la llegada del señor de la mentira, en ese momento- y pasado el tiempo prescrito- se dará su regreso y el sacrificio consumado dará finalmente su ultimo fruto la restitución de lo creado, es decir el descendimiento de la Jerusalén Celeste.

Espero estas líneas sean de reflexión antes, durante y después de la celebración de la pascua en el 2023, recordemos que somos parte del único y ultimo sacrificio.

JMJ.


[1] (Hani, 2008)The Divine Liturgy

[2] Hebreos 4 15-16

[3](Hani, 2008)

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